Judit, escort de lujo y un señor de Valencia

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Judit, escort de lujo y un señor de Valencia

 
Judit, escort de lujo y un señor de Valencia

Después del testimonio de una de nuestras más bellas escorts de lujo de Madrid, ahora es Judit, una chica diez quien se atreve a contarnos su experiencia con un especial cliente de Valencia. Disfrutad del relato.

“De nuevo era él. Había quedado a las nueve de la noche como la otra vez, y es que sí, ya hubo una primera, una cena romántica a la que me invitó este joven valenciano que venía habitualmente por Madrid. Y sus palabras y promesas se cumplieron ya que me dijo que cuando volviera por aquí me llamaría.

A veces, y por muy majo que sean los clientes, me da algo de miedo a que se enganchen un poco de mi, pero aquel no era el caso. No creo que quisiera una amante ocasional, sino más bien jugar conmigo, en el buen sentido de la palabra.

Era un hombre de mundo, había recorrido muchos países, contaba anécdotas increíbles y su conversación me embelesaba. Con lo que para esta ocasión me puse un poco más sexy de lo normal, deseaba que tras la cena hubiera algo más, y que yo fuera su postre ¿Pensáis que por el dinero? No. Aunque no lo creáis ,no, es por eso. No siempre es lo más importante par una escort, también nos gusta estar con tipos que nos llaman la atención y con él tenía la espinita clavada de cómo sería en la cama. He aprendido que es realmente donde se conoce realmente a un hombre y este deseaba saber como sería sexualmente.

En esta ocasión quedamos directamente en el restaurante del Hotel. El lugar estaba tranquilo, apenas cuatro mesas ocupadas, pero él decidió escoger la más apartada, una donde apenas nos veía nadie, ya que había una especie de pared que transmitía mucha discreción.

Vestida sexy como una puta de lujo de Madrid

Yo no suelo vestir de manera provocativa, pero aproveché para estrenar un vestido corto, algo ceñido y llegué un poco más lejos: no me puse lencería. Por una lado porque me marcaba todo, y por otro porque deseaba sentir esa sensación que nunca había experimentado.

Él, por el contrario, vestía un traje negro, como la otra vez, sin corbata y con una camisa de un blanco inmaculado. ¿Sabéis a quien me recordaba? Pues al anuncio de Martini que me volvía loca cuando era una cría.

Y como en el anuncio tampoco se separaba de sus gafas de sol, algo que le hacía aún más interesante.

La cena transcurrió prácticamente como la otra vez, pero por fin en esta ocasión, y tras pedir la cuenta, le comentó al camarero que si era posible tomar fresas con cava en la habitación. Él hombre dijo un sí rotundo mientras esbozaba una ligera sonrisa.

Me cogió de la mano, nos dirigimos al ascensor y tras cerrarse las puertas me abrazó subiendo mi culo hacia él y besándome el cuello como un poseso. Cuando llegamos a su planta ya le había desabrochado la camisa y estaba caliente, su olor era especial, lo que se dice a verdadero macho.

Torpemente abrió la puerta de la habitación, parecía que la tarjeta no quería dejar que nuestro repentino encuentro sexual prosiguiera, pero con una pasada firme y rápida se abrió.

Continuamos. Mi vestido se subía con facilidad, y cuando se dio cuenta de que no llevaba bragas, se retiró, me dedicó una sonrisa preciosa y se puso de rodillas tras apoyarme en una de las paredes.

A la vez que acariciaba mi culo, al mismo tiempo que lo masajeaba notaba sus besos intensos, sus suaves mordisquitos, para más adelante pasar a unas palmaditas que hicieron que empezara a empaparme. Yo bailaba prácticamente buscando su boca, deseaba que me besara más profundamente…. Y él notó la señal, ya que comenzó a abrir más mis nalgas.

De repente, tras un toc, en la puerta y la clásica frase “Servicio de habitaciones” , se detuvo tan sólo para decir, déjelo en el suelo. Y prosiguió con sus lametones, con su afán por ofrecerme el más inmenso de los placeres que me ofrecía jugando con mi trasero.

Una situación más caliente de lo habitual

 

El vestido ya estaba casi por la cintura, y yo no podía evitar coger con una mano uno de mis pechos y con la otra el clítoris. Pero él quería estar en todos sitios, no dejarme que fuera yo quien me diera placer, con lo que se puso de pie, y mientras me besaba, agarro con fuerza mi pecho. Estaba muy excitada, no me hacía daño, el justo para combinarlo con el placer. Me retiré un momento, me lo quité y me quedé solo con los tacones.

No pudo resistir dejar los juegos para contemplarme. Así que dio un paso atrás y terminó de quitarse la camisa y los zapatos sin dejar de sonreír de manera cómplice, algo picara, pero muy varonil. Luego me cogió de la cintura, yo no dudé en desabrochar la cremallera de su pantalón, bajarlo junto con su ropa interior y comenzar a lamer una polla que estaba empapada y erecta. Me detenía en el glande, él gemía a la vez que me acariciaba el pelo, poco a poco la lamía mucho más fuerte, era normal de tamaño, pero con una dureza como pocas. Para mi era mi juguete, así que no cesé en besarla con ansia, lamerla con fuerza hasta que tras cogerla con las dos manos me la fui metiendo poco a poco en la boca, lo más que pude.

Poco a poco daba pasos atrás hasta que se sentó en la cama, y yo continuaba en el suelo excitándome cada vez más con mi juguete. Me sentía poderosa con aquel miembro en mi boca. Era como si estuviera a mi merced.

Sin embargo, en el momento menos esperado, me dijo que me retirara a la vez que me invitaba a subir a la cama. Yo me fui a quitar los zapatos, pero él me pidió que no lo hiciera, que le gustaba así.

Con una increíble fuerza me levantó y me colocó encima de él. Tras sentarme noté como me penetraba sin problemas, había entrado a la primera sin necesidad de ayudarse con las manos. Pero antes de seguir se me quedó mirando con una cara de paz y placer a la vez que cogía mis pechos suavemente.

Parecía haber cambiado el ritmo, deseaba gozar de cada instante, y estaba claro, sabía como disfrutar de un encuentro sexual. Todo indicaba que prometía ser una noche de pasiones.

Continuó acariciándomelos, noté que poco a poco se excitaban más de lo normal. Nunca mis pezones habían estado tan duros y no podía evitar moverme y contornearme para seguir notando la placentera sensación de su polla en mi coño.

Yo me sentía deseada, cuidada, mimada y me inclinaba para besarle. Sí, interminables besos que él acompañaba cogiendo mi culo y moviéndolo como al principio.

Bufff, de nuevo la misma sensación. Yo no practico el griego, sin embargo deseaba que siguiera con él, que no parara de tocarlo. Jamás me excitó tanto que me lo masajearan de esa manera.

Él era un brujo, o como dije antes una persona muy experimentada, ya que se dio la vuelta hacía un lado quedando tumbados los dos en la cama, mirándonos y abrazados.

Se puso de rodillas, me pidió que me tumbara boca abajo y colocó su polla de manera suave en mi ano, sólo un poco, sin penetrar. Notaba como se había dilatado, nunca había sentido aquello que me volvía loca, que me atraía, que me aterraba…

Pero se tumbó tras coger mis piernas y separarlas lo más posible. Lamía las ingles mientras sus manos masajeaban las nalgas. Apretaba de vez en cuando las caderas, no cesaba de lamerlo todo hasta que poco a poco sentí como se aproximaba al ano.

Notaba su lengua justo besando mi agujero, pero fueron los dedos con los que se ayudó para abrir más e introducirla todo lo que pudo. Yo gemía, me retorcía de placer, me volvía loca, no quería que parara e intentaba con mis manos hacerle seguir. Pero no hacía falta, entraba y entraba, era como un pequeño consolador, me encantaba y producía más placer que un juguete. Cuando ya pensé que me iba a correr se ayudó con uno de sus manos a adentrar dos dedos por mi coño. Todo el movimiento en conjunto si que me hizo correrme de una manera brutal, mis flujos inundaron toda la zona de la cama….

 

La mejor experiencia como escort de lujo de Madrid

 

Sabía que necesitaba recuperarme un poco, de la excitación había sudado mucho, y me dio una pequeña tregua.

Estaba claro, el mando lo tenía él, me había equivocado con creces.

Yo no sabía como corresponderle, imaginaba que este valenciano de pro ya habría probado de todo. Él se volvió a acercar, no dejaba mis pechos, les encanta y yo cogía sus manos para sentir más de cerca ese increíble masaje.

En un momento dado agarró su pene, sabía que me había encantado, y me lo colocó cerca de mi boca. Yo lo agarré de nuevo, pero esta vez con una mano, ya que la otra la dediqué a masajear sus testículos. Eso si hizo cambiar las tornas, ya que me pidió que no parara de hacerlo. Con mi lengua los besé, los empapé de saliva y agarrando con las dos manos los fui metiendo en mi boca, ummm. Era excitante notarnos dentro, y comprobar como se movían casi solos. Así estuve un rato hasta que volví a meterla entera dentro de mi. Llegaba hasta la garganta, succionaba con ansia, no soltaba sus huevos. Y sí, era genial sentir el placer que notaba.

Se dejaba llevar, no hacía nada más que decirme que por favor no parara y yo obedecía encantada. Parecía que había encontrado su punto débil, sus huevos.

Estuvimos un rato, era curioso, notaba como cada vez la sangre se acumulaba en su miembro y su semen empezaba a querer escapar junto con la mejor de las eyaculaciones. Y la tendría…

Yo no pude evitar tocar mi clítoris, aquello me había vuelto a encender, él se dio cuenta y tras sacarla de mi boca me tumbó boca arriba y me la metió de manera rápida, fuerte, brutal.

No tardamos mucho, fue algo sincronizado. Noté su miembro como si hubiera estado más tiempo, pero el suficiente para que los dos nos corriéramos los dos a la vez.

Fue genial…..

De nuevo medio exhaustos, nos quedamos los dos boca arriba en la cama. Pero él no dejaba de acariciarme, en este caso mis inglés. Era todo un caballero, jamás nadie se había preocupado tanto por ofrecerme ese placer infinito.

Tras un rato de tranquilidad, besos y caricias, se levantó. Se dirigió a la puerta y recogió del suelo la bandeja con el cava y las fresas. Ya se había derretido el hielo de la cubitera, pero aún estaba fresco.

El hotel disponía de una enorme bañera y allí fue cuando disfrutamos de aquellos manjares que sabían a gloria después de aquel increíble encuentro.

Mi móvil no paraba de sonar, eran sólo mensajes. Así que antes de nada, y para seguir en nuestro particular mundo de placer, contesté a la agencia que ya estaban preocupadas por mi”

“Tranquilas, estoy en el cielo, en el cielo de Valencia”

Carla Mila

http://carlamila.es

 

 

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